Dado su nivel educativo, científico y empresarial, Argentina tiene capacidades naturales latentes para ser protagonista principal del crecimiento de las empresas de servicio basadas en el conocimiento (SBC). Sin embargo, hacemos un limitado aprovechamiento de la capacidad de nuestro sistema científico-tecnológico para traducir la innovación de base científica en valor exportable.
El estancamiento económico y las restricciones presupuestarias del Estado condicionan la capacidad de financiar el desarrollo tecnológico exclusivamente a partir de fondos públicos, por ello es indispensable desarrollar una estrategia que estimule la financiación privada, sobre todo en las fases de desarrollo experimental y en la aceleración de nuevos emprendimientos. El poder de compra del Estado debería ser usado como palanca de activacióndel sector guiando el desarrollo de proyectos estratégicos para el país que contribuyan a cerrar las brechas sociales existentes, tales como los servicios digitales, la telemedicina o la educación virtual.
El modelo de vinculación formal entre la ciencia y el mercado no está produciendo resultados. Se requiere un replanteo de la estrategiade atracción de capital privado a proyectos de base científica. Entre el sistema científico, el sistema de desarrollo tecnológico y el sistema productivo-distributivo del país no existen “puentes de conexión” que lo vinculen a la demanda en forma efectiva para generar innovación, ni empuje al valor exportable. Los tres sistemas son islas independientes y ello explica la posición relativa del país en el mundo. Desde la enunciación del Triángulo de Sábato (1967) han pasado más de 50 años y la Argentina no ha encontrado una vinculación perdurable entre los vértices del triángulo. Las razones de esas desconexiones subyacen en un conjunto de creencias y políticas que ningún Gobierno hasta ahora pudo cambiarlas. La sanción de la reforma a la Ley de Economía del Conocimiento debería ser un punto de arranque para superar esas limitaciones.
Un 60% de la innovación se orienta a las mejoras incrementales de productos y servicios, 30% hacia las operaciones y sólo un 10% hacia los modelos de negocios. Este desequilibrio explica en cierta medida el estancamiento de la productividad en el país. Las SBC están presentes en todos los segmentos y son fuente de competitividad, demostrada en la generación de un saldo de balanza de pago neto de las regalías por propiedad intelectual de U$S 2.200 millones en 2019.
El 70% de los graduados en carreras tecnológicasprefieren trabajar en proyectos innovadores, y con preferencia se incorporan al conjunto de los 437 mil puestos de trabajo que genera el sector, siendo las empresas de servicios basadas en conocimiento un estimulador de las vocaciones tecnológicas.
Es la hora de orientarnos hacia el conocimiento como base del desarrollo productivo nacional.
José Luis Roces
Academia Nacional de Ingeniería